Osoro, una voz profundamente social
Baltasar Bueno
Los recortes no son la solución, van a crear más pobres, más pobreza, dijo el prelado, quien reflexionó en alta voz, con una voz profundamente social, sobre la situación que embarga a la mayoría de la gente en estos delicados momentos, cuya realidad analizó con detalle, dolido como buen pastor de almas y cuerpos que es.
Fue una grata sorpresa descubrir en Carlos Osoro que no es un obispo al uso generador de polémicas por anécdotas fútiles o predicador de excentricidades para llamar la atención en su propio beneficio a Roma de cara a futuros ascensos.
Osoro se manifestó como un obispo sufriente por la triste y trágica realidad en que muchos se encuentran o nos encontramos, una situación en la que criterios económicos asfixian y pisotean la dignidad del ser humano, sin importarles nada las personas y sus familias.
Recordó Osoro que el hombre goza de la dignidad de hijo de Dios, hecho a su imagen y semejanza, y que es rostro de Dios, en él hay que ver a Dios, encarnado y acampado entre nosotros, que merece un respeto. El mundo creado por Dios lo fue para ponerlo al servicio del hombre, todo para él, para que viviera en él y lo dominara. Y no al revés.
Subvertidos por los poderes económicos y políticos estos criterios fundacionales, constitucionales, sustituida la ética cristiana por los totalitarismos políticos y económicos, el ser humano, el hombre, la mujer, queda a la deriva, al capricho de los intereses de unos pocos, la mayor de las veces sin escrúpulos.
Inyectar en estos momentos una ética, y cristiana, que considere a la persona en toda su dignidad y digna de respeto en el ámbito de los poderes económicos y políticos, más pendientes de sus egoístas operaciones de enriquecimiento en ocasiones cuando no ilícito, inmoral, teniendo en cuenta los planes de Dios sobre el mundo y el ser humano es el anuncio necesario que hay que hacer y la filosofía que hay que aplicar para no sólo salir de la crisis, también para hacer que este mundo sea lo habitable que quiso Dios, que lo confió a la libertad de sus habitantes, libertad que entraña también responsabilidad.
La crisis, dijo Carlos Osoro, es también una oportunidad para analizar, reflexionar, reorganizarse y cambiar, para la austeridad, para escuchar y, sobre todo, para la solidaridad. Para extraer de ella enseñanzas y formas de vivir distintas y más saludables, de mayor rigor, en el campo de lo persona y de lo familiar, en cuyas estructuras también hay que infiltrar la ética, y cristiana.
Un obispo pastor. Por lo confesado y desvelado en el ciclo del Club Diario Levante, hemos tenido la oportunidad de ver un obispo realmente pastor, de los que no se quedan atrapados entre sacristías, mitras y hábitos corales. Hemos visto a un obispo que sale a la calle, habla con la gente, sufre con ella, pulsa la realidad, la interioriza y se pone el primero a combatirla cuando es negativa y a iluminarla en lo fundamental y esencial, en lo que realmente concuerda con la dignidad y la verdad del ser humano.
Un mensaje, una doctrina social, que hace tiempo no se escuchaba con decisión, claridad y valentía en esta Iglesia que a principios del siglo pasado, cuando más pobreza, crisis, recesión y depresión económica había, llenó casi todos los pueblos valencianos de sindicatos y cooperativas agrícolas católicas, que tenían como objetivo principal, en palabras del historiador monseñor Vicente Cárcel Ortí, "la lucha contra el latifundio promoviendo la pequeña propiedad o los arrendamientos colectivos, los préstamos agrícolas, las cajas de seguros y el fomento de la doctrina social católica". Todo eso que se han cargado los totalitarismos de los poderes económicos y políticos.
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