viernes, 2 de marzo de 2012

Cuando callar no es lo más conveniente

Cuando callar no es lo más conveniente

Asamblea Plenaria Obispos CEE
JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | Dos cabezas piensan mejor que una y será la capacidad de escucha y discernimiento la que ayude a logros eficaces en lo que se quiere decir y abordar cuando se habla en público. Textos que pisen tierra y huyan de discursos que huelan a Fray Gerundio de Campazas. Cuando estas cabezas están cubiertas por mitras, la cosa se vuelve más seria.
Hace tiempo que los obispos españoles, en conjunto, han entrado en un silencio corporativo que poco beneficia a una sociedad pública en general, y cristiana en particular, que tiene el derecho a la voz de sus pastores en momentos difíciles. No solo necesitan escuchar la voz estridente que ataca leyes laicistas, moviéndose solo cuando son desplazados a la intemperie.
Se espera algo más que simples notas y discursos de apertura de plenarias. No basta con estar continuamente citando a los dos últimos pontífices. Seguir callados y discutiendo sobre sin son galgos o podencos y lamentándose no conduce a nada.
Los obispos españoles, en su conjunto, parece que van “de su corazón a sus asuntos”, que dijera Machado, y, mirando a sus propias diócesis, preocupados con recuerdos, efemérides y centenarios que les devuelvan un vigor que se marchó. A veces, las tareas de la Conferencia Episcopal les vienen lejanas. No sabemos si es porque no van a Añastro lo suficiente o porque no los llaman, y si es antes el huevo que la gallina.
Hubo años en los que los obispos lanzaban una idea,
creaban una comisión de expertos, dialogaban ampliamente
y sacaban a la luz documentos de gran envergadura.
Nada de lo humano nos ha de ser ajeno.
Hubo años en los que los obispos lanzaban una idea, creaban una comisión de expertos, dialogaban ampliamente y sacaban a la luz documentos de gran envergadura, no solo sobre la vida de la Iglesia misma, sino también sobre la vida social y política. Nada de lo humano nos ha de ser ajeno.
Hoy por hoy, abundan las declaraciones en temas internos y de moral y faltan documentos que den luz a este pueblo que atraviesa uno de los momentos más difíciles de los últimos setenta años. Y los obispos siguen con los temas morales, litúrgicos y caseros, y entrando a trapos innecesarios en declaraciones periodísticas.
En la segunda mitad del siglo pasado era común que el Episcopado español, al igual que el de otros países, reflexionara sobre la situación del país. La primera vez fue en 1937 con motivo de la contienda civil. Aquella Carta Colectiva. Más tarde, en la Transición, fueron muchos y ricos los documentos sobre temas que importaban a los españoles, y que más tarde quedaron como joyas de reflexión: Los católicos en la vida pública (1986) o La verdad os hará libres (1990).
Hoy por hoy, abundan las declaraciones
en temas internos y de moral y faltan
documentos que den luz a este pueblo que atraviesa
uno de los momentos más difíciles de los últimos setenta años.
Hoy, la sociedad está que arde. Los obispos debieran fajarse, crear un laboratorio de ideas, dialogar, rezar y estudiar qué decir con esperanza. La agenda está clara: crisis económica que aumenta el número de pobres, inmoralidad que cabalga en instituciones, reforma laboral que bendice a los grandes, prepotencia de la Banca y de los intereses, sangría de jóvenes, movidas alternativas (la JMJ está bien, pero los jóvenes tienen otros problemas).
Poner luz a las situaciones de los desempleados, de la política hipotecaria, de la devaluación de los contenidos en la enseñanza. En definitiva, poner el dedo en la llaga. No todo es moral sexual o Bioética. La moral tiene un lado social que ha de poner luz. Es la hora de hablar, no de callar. La voz de los pastores, también ahora.

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